martes, 24 de noviembre de 2009

Me han pusto un ultimátum. Manuel quiere que me mude a su ciudad. Es dejar mi vida acá, con toda mi gente, mis cosas. No, no estoy hablando de acá a la vuelta, estoy hablando de 800 km que me van a separar de mi mundo. Y sí, es una hora de avión, son 10 hs. como mucho en auto, pero son años luz en lo que a mí respecta. El tema es que él dice que ya no somos criaturas, que mantener un noviazgo a distancia no es algo que nos vayamos a bancar durante mucho tiempo, por eso si yo decido no irme, seremos "buenos amigos" (sic.).
Entonces el tema es ese. Es la presión de decidir sobre el resto de mi vida. Es saber que voy a estar sola, sola yo y que mi "mundo" va a pasar a ser sólo él. Es cambiar de provincia, de ambiente, de ritmo, de casa, de cosas, de vida. Es incursionar nuevamente en esto de la convivencia, con el miedo que me da contar ya con un fracaso en mi haber. Es tan simple la decisión y a la vez es tan complicado que me estoy volviendo loca.
Yo soy una persona sumamente territorial. Excesivamente territorial. Apegada a la gente, a las cosas, a los lugares en dónde sé que me puedo sentir cómoda, segura. Siento que me muero si no tengo a mi gente, a mis afectos cerca. Y allá voy a estar sola.
Dejando el terror que me produce un cambio como este, analizando las cosas en frío y puramente racional, digo: Manuel es un buen prospecto, es buen tipo, sano, sin mambos demasiado anormales, de buena familia, con buen trabajo. Me llevo bien con la parentela política, son normales. El proyecto que Manuel me ofrece es bastante semejante a lo que yo siempre quise para mí, estabilidad, tranquilidad afectiva y económica, alguien que me quiera así con todos mis defectos y virtudes, alguien que me elija. Pero (siempre hay un pero, no?) la verdad de la milanesa es... y duele decirlo, leerlo, saberlo, sentirlo... la verdad es que no estoy enamorada de Manuel. O sea, lo quiero un montón, es excelente persona y excelente compañero de ruta, pero esa cosita acá en la panza, esa chispita que se siente cuando de verdad amás a alguien no está. Y no es que no lo intente, no le ponga toda la onda que tengo, pero no me sale.
Aparte hay otra cosa muy cierta, innegable. Está mi Lado B. Y tira. Y mucho. Sé que es una causa perdida, que, como me he cansado de decir, en la pulseada perdí y que él tiene su vida y yo no entro en ese esquema. Pero siento que irme es conformarme con "lo que hay", es bajar los brazos, es dejar de pasar una oportunidad con él que me niego a dejar pasar, es dejar atrás una puerta que no está del todo cerrada. Es saber que no voy a volver a ver esos ojos hermosos que tiene. Es perderlo para siempre. ¿Y saben lo que cuesta eso? ¿Vos te das una idea lo que me cuesta la sola idea de soltarte?
Y así estoy. Debatiéndome qué hacer, entre lo que debo, lo que quiero, lo que me sale. Y me torturo sola, y no puedo dejar de pensar ni un minuto en mi Lado B, en la distancia de lejos y la distancia estando a dos pasos de distancia, en el deber ser y deber parecer, en mi futuro, en mis errores, en lo que tengo para dar, para ofrecer. Y girando en círculos sin saber para qué lado correr.

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